viernes, 4 de marzo de 2011

"Oyendo" a Wislawa Szymborska

Esta hermosa polaca nacida en Bnin en 1923, cuya primera juventud transcurrió bajo la ocupación nazi y la segunda bajo los rigores del comunismo, suele vivir la poesía como acontecimiento de vida. Le gusta el cine y la gente concreta más que amar a la humanidad. No culpa a la razón de todo, prefiere las excepciones a la regla y los aniversarios del día a día en el amor; elige el infierno del caos al infierno del orden. Tampoco gusta de hablar de poesía, política o de sí misma. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios, entre ellos el Nobel en 1996, pero no se los toma en serio. Sigue escribiendo con una lucidez envidiable, en medio de los rigores del clima de Cracovia o de los grises edificios de hormigón y cemento donde habita. De apellido casi impronunciable para nosotros, nos entrega una poesía cargada de profunda humanidad. ” Ensayista, detesta opinar a la primera oportunidad: "Creo que la primera impresión no siempre es la más acertada, la más coherente y la mejor. De hecho, escribo de la misma forma: tengo que andar, pensar, darle vueltas, ir de un sitio a otro...". Les dejo este hermosísimo poema, que puede ser asumido, como si en vez de leerlo,uno  lo viviese también.

Bajo una pequeña estrella

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
      por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
      el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
      de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
      a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
      respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
      cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.

Versión de Abel  A. Murcia