viernes, 31 de diciembre de 2010

AZÚCAR BAILADA

Sin azúcar el caribe no es tal. Sin  la voz de Celia la salsa no sería la misma, así como no lo sería sin los grandes y muy buenos músicos que desde hace décadas y a pesar de haberse ido algunos, nos siguen moviendo el piso, las piernas y los pies reales y simbólicos.  Porque el caribe es eso: azúcar -no en balde la reina lo transformó en  grito de alegría- ,ron blanco u oscuro como sus orígenes e historia- y la salsa, aunque algunos determinen su vigencia por patrones mediáticos al olvidar que tiene forma de zigzag atento, fiel al llamado de los miles de fanáticos que en todo el caribe la siguen bailando y gozando, aunque para los mercaderes y snob haya pasado de moda... La salsa también se lee, sabrosona, a través de libros como éste... ¡¡ Azúúúúúúcar !! ¡Y salud, mucha salud!

EFÍMERA PERO MAGIA AL FIN...

Caracas es otra ciudad los días de asueto. Especialmente si se corresponden a vacaciones "cortas" tipo semana santa, carnaval y navidad, porque las "largas" sólo desmovilizan las colas en las entradas de los colegios. Caótica vialidad y caótico el verbo de los choferes y choferesas, puede ser, sin embargo ciudad amable, de gente que cruza y camina bulevares y se saluda alegremente.
Basta que usted deje el bullicio y el tráfico y recorra unas calles más allaíta de aquel portón, avenida, puente, elevado o edificio para sentir una especie de "síndrome de Alicia" instantáneo si sigue de largo, de estar en otro lugar en donde el clima es fresco, la brisa es rica y el Avila casi verde. Pasar a ese "otro lugar" puede ocurrir también en los días de asueto en que desaparece el corneteo, la gente camina por calles y avenidas sin atravesársele o ser atravesado por otro cristiano o auto a la carrera.
 Hoy, 31 de diciembre en la manana, es un día de esos: puedes salir diciendo a que hora regresas sin temor a equivocarte; comprar en santa paz aunque haya una cola tipo poliedro en la caja de la panadería , redescubrir la belleza que aún persiste a pesar de los pesares en sus parques, algunas avenidas y los jardines de los edificios que aún no se han protegido por las rejas. Mirar al cielo que aún luce sin el smog de otras ciudades, oir la Billo sin fastidiarte y combinarla incluso con Billie Holliday, todo a sabiendas, de que la magia pasará pronto, desafortunadamente.

domingo, 26 de diciembre de 2010

NO SON DE NIEVE LAS BOLAS

En nuestro país el lenguaje está lleno de alusiones verbales a la masculinidad. Dejemos esta última palabra y no coloquemos machismo, para no salirme de lo que me interesa en este momento. No en balde, el juego o uno de los juegos nacionales más emblemático, que en muchos casos es rigurosamente semanal, es el de las bolas criollas. Allí no hacen falta mujeres, pues la cerveza es buena compañera. Si nosotras nos incorporamos, salvo ciertas excepciones, arrimamos a las bolas, no bochamos, lo cual se convierte en sabrosa fuente de picardía verbal en la cancha. Demás está decir que cuando nos animamos a jugar, hasta el más enclenque de los jugadores se siente obligado a bochar. Así le incruste la pesada bola de metal a la nuca de algún compañero de equipo o de juego.

Decir bolas en Venezuela, es decir testículos en otra parte. Más que cantar a sus funciones sexuales, la palabra canta los atributos, digamos, masculinos, de entrompar, entrar, salir, encaramarse, ejercer fuerza, resistir… y hasta dejarse hacer casi cualquier cosa. Casi, escribí, porque lo que le acaba de pasar por la cabeza de muchos lectores, no es de hombres. Eso sí que tenemos los venezolanos, la habilidad para jugar con sentidos opuestos de las palabras, descifrables sólo en el contexto verbal, paraverbal y situacional. Menuda tarea tienen nuestros visitantes latinoamericanos…Pues bien, éste último sentido, el de dejarse, feminiza el término. Ha de saberse que las mujeres, mejor dicho, las venezolanas, también terminamos teniendo bolas: cada vez que damos muestras de capacidad de resolver asuntos de manera rápida y eficaz, “tenemos bolas”. Cuando las cosas requieren de mucho esfuerzo, suele afirmarse que cuesta una bola y parte de la otra… Y al revés. Cuando los hombres y mujeres de esta tierra metemos la pata, hacemos algo inapropiado, nos dejamos botar del corazoncito de alguien, de la casa o del trabajo, o nos dejamos robar, maltratar y cualquier cosa similar, también “tenemos bolas”, esta vez precedida con la frase exclamativa ¡Tú sí que tienes bolas!

Hay tanto material sobre el asunto que hasta podríamos dedicar un blog al tema. Pero lo que me interesa resaltar acá es que Venezuela, desde tiempos remotos, es un país de bolas. Porque las bolas también son los chismes(¿?) de origen político, cortitos, cuya característica es asustar al otro. ¿Quién es el Otro? Cualquiera, incluyendo al del mismo bando si no está informado de que es una bola lanzada por el gobierno o la oposición. Porque hay que aclarar que las bolas nacionales (no las criollas) no nacen en casas o en mentes de seres apartados de las política. Nacen en los partidos y estructuras políticas. Pero…¿Quiénes las repiten hasta sustituirlas por las nuevas? ¿ Adivinen quién es el receptor que se transformará en cierto momento en el emisor de la bola ¡perdón! del mensaje? Los periodistas. De cualquier medio y bando. Y que no se ofendan porque muchos afirman que de allí nacen muchas noticias. Lo cual, en honor a la verdad es cierto. ¿Por qué? Muy sencillo, porque pertenecemos a la cultura de las bolas. Cada venezolano nacido o asimilado y cada extranjero aclimatado entre nosotros, carga una bola en la cabeza… o en el bolsillo. Por algo a una buena cantidad de dinero se le llama “una bola de billetes”.

Cada vez que alguien intenta hablar conmigo de política, debo confesar que sin levantar sospechas y con mi mejor sonrisa, le hago una especie de paneo y escaneo y si le descubro que viene cargado de bolas, le escamoteo la posibilidad de conversar conmigo del asunto. Por estos días pre electorales, las bolas no tienen acogotados. Que si se va la luz, que se acabará la leche, el pollo, la carne, el agua, los cereales, granos, pastas, en fin. cualquier cosa que envasada o no, sea comestible. Mientras tanto, la gente arrasa con los estantes de los supermercados, con el sector de frescos y congelados, con el agua mineral, carnes y vegetales que quién sabe cómo conservarán si como dicen ellos mismos, se va la luz.

Desde el pasado fin de semana he intentado comprar unos pañitos “yes” para la limpieza y no he podido a pesar de que el estante de artículos de limpieza permanece impoluto e intocado. No he podido hacerlo porque sencillamente, no he logrado llegar a la caja. Me lo impiden amas y amos de casa enfebrecidos, con flotas de carritos de supermercado llenas hasta el tope, cuya mirada sólo parece reflejar aspectos parciales de las estanterías del supermercado. No pude evitar ver, a mi salida por el lugar por donde se recogen los paquetes de una conocida cadena de supermercados, la cara de satisfacción del socio portugués que detrás del vidrio de su seudo oficina, contemplaba con cara de Rico Mc Pato a la clientela. Un mal pensamiento cruzó mi mente mientras lo hacía, pues no hay asueto, puente, semana santa, carnaval, fin de semana largo, elecciones pasadas, presentes y futuras, en las que los venezolanos no entren (aquí si me salgo del carril y bien salida), en esa especie de frenesí potérico, carnérico o pescadérico según el caso. Me quedé un buen rato como pajarito en grama y al reaccionar, no pude evitar asociarlo al tema, pero como emisor, pues nadie negará que ése sí qué sabe de bolas, especialmente las de billetes.

Opera en el Mercado. L'Amour est un Oiseau Rebelle. Festival de las A...

La Sura de la Sombra


El que no posee
una sombra en su interior
una Sombra a la que uno pueda retirarse
de la multitud humana
una Sombra, una penumbra, un manantial secreto
que murmure pacíficamente
un Manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma


se encuentra desamparado en el desierto,
cegado por el sol,
condenado a creer
en todo espejismo
y la arena del desierto cambia
constantemente de forma,


la ciudad, desaparecida del mapa,
seguirá igual de alejada


El que no posee
una Sombra, una penumbra, un manantial secreto
un Manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma


Desgraciado aquel que no tiene una Sombra en su interior.
 
ARTO MELLERI

De la vida

"Sabe esperar, aguarda que la marea suba,
así en la costa un barco, sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta,
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera
que el arte es largo y, además, no importa."

(Machado)