miércoles, 16 de febrero de 2011

Del buen cine...


¿Cómo hace uno para no hablar de “viejas” je je je … (¿ se acuerdan de los viejos locutores radiales que gritaban “viejas pero buenas”? ) si por estas tierras de gracia no llegan buenas películas a los cines comerciales y los cines clubes, en lugar de aumentar, desaparecen?  De los que sobreviven, muchos sólo proyectan las archiconocidas o las ofrecidas por las poquísimas embajadas que se animan a ayudarles. Son pocas las excepciones.  ¿Cómo hacer entonces, para conocer las cinematografías de otros lares, si no es pasándose el dato y recomendarlas para que el  cinéfilo lector decida qué acto bucanero inicia para verlas?
Alrededor de tres personajes se construye la  historia  de Samaria o Samaritan Girl,  que en sus tres partes, termina siendo perturbadora no por el tema que la sostiene, sino por la manera de abordarlo: la prostitución juvenil femenina. Del mismo, sabemos bastante por estos lares latinoamericanos, pero en su versión cinematográfica surcoreana, quedan fuera los clichés a los cuales estamos acostumbrados: gritos, ataques de histeria, violencia en todas sus formas, crudeza en las imágenes de sexo, rechazo social y por supuesto, la música caribeña a todo volumen, tanto, que uno se siente medio rara cuando echa una bailaita unas horas después... Kim Ki-Duk, director conocido por la delicadeza y estética con la cual se asoma a dramas profundos en sentimientos y valores de sus protagonistas, nos muestra en Samaria, lo oscuro del fondo de ciertos  estanques en cuya superficie se posan las hojas de otoño.
Un problema sirve de andamiaje, la prostitución juvenil  en las grandes capitales, la cual no siempre está ocasionada por dificultades económicas sino por la pérdida de valores esenciales e incorporación de  los derivados de la mercantilización de todo, incluyendo el cuerpo y el deseo.  Sin echar el cuento, les diré que narra la historia de dos jovencitas casi niñas con nombres musicales,  Yeo-Jin y Jae-Young, quienes quieren viajar en vacaciones a Europa. Para reunir el dinero Yeo-Jin , cuya sonrisa se te queda anclada en el recuerdo, decide prostituirse  y su amiga Jae-Young a pesar de no estar de acuerdo, funciona como la “agente” telefónica y administradora de lo recaudado para el viaje. La muerte de Yeo la conducirá a intentar “revertir” lo ocurrido con los antiguos clientes de su amiga, -conserva la agenda con sus nombres-, en otra forma inmadura de encarar la situación. Se abrirá entonces otra ventana por la cual el drama personal y familiar se ahonda.  Sólo añadiré que su padre es policía viudo y que entre ambos se siente el amor filial atravesado por la incomunicación generacional propia de lo que a veces en broma, otras, casi en serio, llamamos en privado, “ la aborrescencia”. ¡Ah! Ya se me olvidaba:  El guión es de Kim Ki-Duk y la hermosa fotografía, de Sun Sang-jae. Ganó la medalla de oro en Berlín en 2004. Y les dejé   la versión en piano de su tema musical. ¡¡¡¡De nadaaaaaa!!!!

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